mientras tanto me encontre con una entrevista, me parece interesante y estoy de acuerdo con la persona que contesta las preguntas, a continuacion la comparto:
LA ANOREXIA Y LA BULIMIA: LLAMADOS DEL ALMA
A todos puede pasarnos. Los expertos hablan de epidemia: en los últimos diez años las cifras de afectados se ha triplicado. La relación con la comida simboliza la relación con los afectos, emociones y sentimientos. Cuando estamos bien, la relación es sana. Pero cuando hay carencias y tormentas interiores, la relación se pervierte: aparecen los desórdenes alimentarios. Marianne Apostolides lo sabe bien. Esta joven sufrió durante diez años anorexia y bulimia. Un día, en vez de sentarse a devorar, se puso a escribir su propia historia. Mientras lo hacía lloraba por el dolor de transformar sus emociones más ocultas en palabras.
Usted ha padecido anorexia durante dos años y bulimia durante ocho. ¿Cómo se relacionan estos trastornos alimenticios con los desequilibrios emocionales y psicológicos?
La anorexia y la bulimia son enfermedades del alma, los síntomas de un conflicto psicológico. El problema en sí mismo no es la inanición o el vómito, estas son sólo formas de expresar los sentimientos más íntimos. Si alguien necesita distanciar sus más profundas emociones para poder sobrevivir es fácil que empiece a relacionarse mal con la comida. Y ese bloqueo te impide escuchar tus sentimientos, de modo que te separas de tu ser y no eres capaz de saber quién eres en realidad.
¿Es cierto que las personas más propensas son las muy autoexigentes?
Sí. Desde luego. Crees que tienes que ser perfecto a los ojos de los demás, mostrarles una imagen de persona con éxito. Ignoras tus emociones, tu confusión. Ignoras tus deseos y lo que realmente quieres en la vida. Por ejemplo, no tener que ser siempre el número uno.
¿Qué sentía cuando padecía estas enfermedades?
Mucho enfado y paranoia, como si alguien fuera a quitarme algo. Tenía mucho miedo, pánico incluso, porque mi cuerpo estaba siempre hambriento, desconectado de mi mente. Así que pensaba: si perdiera el peso que quiero ¡Todo iría bien en mi vida!. También hay momentos en los que tu relación con la comida se hace sexual porque la deseas con todo tu cuerpo. Tomas los alimentos dentro de ti como harías con un amante.
¿Cuáles eran sus bloqueos?
Sobre todo, el miedo a convertirme en mujer; no sabía cómo hacerlo con éxito ni como encajar los cambios sexuales, intelectuales y sociales que me esperaban. Me ocurría como a las mujeres que han sufrido abusos sexuales y se distancian de su cuerpo, castigándolo como si fuera el causante de todo su sufrimiento. Yo también lo hice, reduciendo mi mundo al mínimo. Lo único importante era controlar la comida: al aligerar el cuerpo aligeras tu alma, tu conciencia. Así que dejé de valor a mis amigos, compañeros, familia. Cada vez renunciaba a más cosas como salir para poder seguir fiel a mi dieta y a mis hábitos.
¿Cómo eran las relaciones con su cuerpo y salud?
De guerra y de poder. Utilizas el cuerpo como campo de batalla de tus problemas emocionales. Cuando te miras al espejo piensas: odio mi cuerpo. Pero en realidad a quien odias es a ti misma. Niegas las necesidades de tu organismo, lo ignoras y lo maltratas como si hubiera hecho algo malo. Existen muchos sentimientos de culpa.
¿Por qué se pasa de la anorexia a la bulimia y al revés?
Toda persona bulímica o que come con compulsión acaba poniéndose a dieta. En mi caso el régimen fue la anorexia. Empecé diciéndome a mi misma: tienes mucho mérito porque sabes llevar el control, estás perdiendo peso. Cuando me apartaba de la dieta me sentía culpable y llena de miedos, así que me liberaba de la comida vomitando, quemándola con un ejercicio brutal o ayunando durante días. Cuando ya eres anoréxica, comes muy poco y también lo vomitas. Al final tu organismo se acostumbra y llega a necesitar esos cambios radicales.
¿Sólo las adolescentes tienen riesgo de padecer esos desequilibrios?
La época crítica son los 13 o 14 años: la pubertad, cuando tu cuerpo, tus deseos y todo tu mundo interior están cambiando. Pero también existen casos más tardíos que suelen coincidir con épocas de problemas personales. Estos trastornos destapan los desequilibrios emocionales ocultos durante toda la vida.
¿Cómo puede saber alguien si su relación con la comida está desequilibrádose?
La alarma suena cuando necesitas perder peso para sentirte bien contigo mismo y la dieta te impide hacer una vida social normal. En el caso de la bulimia, cuando necesitas comer demasiado, pero te sientes tan culpable que comienzas a vomitar. Son situaciones en las que ya hay que pedir ayuda.
¿Qué pueden hacer los padres para prevenir estos trastornos?
Deben ayudar a los hijos a atravesar la transición entre la infancia y la edad adulta. Es importante que el padre no corte la comunicación con su hija cuando ésta empieza a desarrollarse como mujer. Debe transmitirle que es un período natural del que se puede hablar con libertad y sin avergonzarse. Los padres tienen que apoyar a los hijos no sólo para que desarrollen su intelecto sino también su espíritu. No se trata de culpar a quienes no lo hacen, porque también tendrán sus problemas, sino de convencerles de que no huyan de sus responsabilidades.
Y cuando el problema ya ha empezado, ¿Qué puede hacer la familia?
Informarse, leer libros, artículos de revistas y darse cuenta de que los trastornos de la comida tienen su origen en problemas emocionales profundos; sentarse con su hija y hablarle con serenidad, sin transmitirle esa ansiedad propia de los padres. Preguntarle no por su peso sino por sus sentimientos: hemos visto que estás adelgazando y estamos preocupados por ti; ¿Qué te pasa?, ¿qué sientes?, ¿Tienes algún problema en el colegio?. Si un padre cree que la relación con su hija es demasiado tensa, podría pedirle a un familiar o a un profesor que hablara con ella. La meta es lograr que la joven se de cuenta de que tiene un problema, de que necesita ayuda. Si la primera vez no hace caso se insiste hasta donde haga falta. Todo menos abandonar.
¿Cómo pueden ayudar los amigos?
Es fundamental que no se hable de peso, que no te insistan en que comas, sino que se ocupen de tus auténticos problemas que son los interiores. Yo eché muchísimo en menos que alguien se sentará conmigo y me preguntara: ¿Qué te pasa?. Mi vida podría haber sido muy diferente...
Revista Sicología Salud Natural, No. 4, España.
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